
Te vi hace poco, pero parecía que te conocí tiempo atrás. Era tan natural verte, tal vez por algunos días, que parecían meses, Tal vez por unas semanas que parecieron años, y siempre te vi dibujando una sonrisa que iluminaba el sol, que embellecía el día por muy tenebroso que fuera igual nos encontrábamos, se podía ver un destello en tus labios. Por más que uno cerraba los ojos, vería una estrella que se mecía sobre ti, adornando tu cabeza, y esa cabellera por muy oscura fuese nunca se perdió con la noche.
Me encanto tu forma de vivir la vida, tan simple y compleja, tan apasionada y vivas, el solo hecho de verte hablar podía gustar, sin decir mucho o diciendo nada, la misma belleza inspirabas.
Tus ojos cálidos y siempre coquetos, llamando a perderse en ellos. Aquella sonrisa tan cautivadora, que hasta ahora solo puede ser comparada con el ocaso, sintiendo ese atardecer parecer una simple ocasión para mirar tu rostro.
Nunca se podrá encontrar esa hermosura en ningún cielo hechizado, porque eres la luz de la aurora que despierta sobre los mares, que no puede se puede opacar delante de un ese hermoso horizonte.
Veras temblar a los astros, cuando tu, esa luz tan bella se vuelva un oro ceniciento, cuando ese sol enamorado, luzca con elegancia derramando abundancia sobre un mar agitado al verte delante de él.
Y en el cielo tu belleza anunciara la alegría que permitirá los resplandores de cada mañana poder brillar con fervor, invadiendo las alturas espaciosas del infinito. Haciéndola luminosa, con tu sonrisa lozana.
Mientras yo en el suelo, y mis ojos en el cielo, esperando un rayo huidizo, buscaran ternura en la brisa, preguntando por tu mágica sonrisa. Tal vez vendrá la noche oscura, de sombras apagadas, y no faltaran veladas para buscar en el cielo el color de tu pelo. Ríndete al sueño que luego será silencioso, y me veras morir en ese mar de reposo, donde las horas no cuentan, y esperando las auroras, protegeré tu sueños.
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